
Penalizar el consumo de drogas obstaculiza la prevención del VIH
La reutilización equipos de inyección en los servicios de salud prácticamente ya no existe desde la aparición del VIH, sin embargo, el uso compartido de jeringas y agujas sigue sucediendo entre personas que usan drogas. Es por esto que la población consumidora de sustancias es un grupo muy vulnerable a contraer el VIH.
Tan sólo en 2020, el 9% de las nuevas infecciones por VIH en todo el mundo se dio entre personas usuarias de drogas inyectables, informó el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida (ONUSIDA). Esta cifra aumenta a 20% si se toma en cuenta el área fuera del África Subsahariana.
Con motivo del Día Internacional del Consumidor de Drogas, que se conmemora cada 1 de noviembre, la agencia de la ONU para el VIH hizo un llamado a los Estados miembros del organismo a dejar de criminalizar el consumo y la posesión de drogas para uso personal, pues estas medidas evitan que las y los usuarios de drogas se acerquen a los servicios de salud relacionados con el VIH, como pruebas de detección y tratamiento antirretroviral.
Las personas que usan drogas, señaló ONUSIDA en un comunicado, enfrentan un alto nivel de estigma, además de castigos severos como encarcelamiento o separación de sus hijos, y se ha observado que esta situación los aleja de los servicios de salud, incluso de aquellas estrategias conocidas como reducción de daño. Esto los expone no sólo al VIH y otras infecciones como las hepatitis, sino también a sobredosis.
Dos ejemplos palpables
Las estrategias de reducción de daño están bien definidas desde hace tiempo. Consisten, principalmente, en proveer jeringas nuevas (y en muchos casos, recolectar las usadas de manera segura), en sustituir los opiáceos (como la heroína) por otras sustancias legales y más controladas, en facilitar pruebas periódicas de detección de VIH y en brindar el tratamiento antirretroviral en los casos reactivos.
Un escenario en donde se pudo observar el impacto de estas estrategias fueron Estonia y Letonia, dos países situados en Europa del Este, una región donde gran parte de la epidemia del VIH se centra en personas usuarias de drogas.
ONUSIDA informa que el estudio HERMETIC mostró que, entre 2007 y 2016, las nuevas infecciones por VIH disminuyeron 61% en Estonia, mientras que en Letonia aumentaron 72%.
La diferencia la hizo la aplicación más efectiva de la reducción de daño: en Estonia se distribuían 230 jeringas y agujas nuevas por usuario por año, mientras que en Letonia se entregaban 93; en Estonia, para 2016, casi 50% de las personas usuarias de drogas se hacían una prueba de VIH cada 12 meses, pero en Letonia sólo 10% de la población dependiente de drogas se hizo alguna prueba de VIH entre 2007 y 2016. En cuanto al tratamiento antirretroviral, en Estonia tres cuartos de los consumidores de drogas con VIH estaba en tratamiento, y en Letonia esta cifra era apenas superior a un cuarto.
Hay que frenar la criminalización
Pero las estrategias de reducción de daño no tendrán éxito por sí solas. ONUSIDA señala que incluso cuando esas medidas están disponibles, no siempre son de fácil acceso. Las políticas que penalizan la posesión y el consumo de drogas están entre los principales obstáculos para la atención sanitaria de estas poblaciones.
El organismo internacional también recordó que, a principios de este año, los Estados miembros de la ONU fijaron objetivos globales en cuanto despenalización y desestigmatización de quienes usan drogas, a cumplir en 2025. Entre esos objetivos se encuentran:
- Que 90% de las personas que se inyectan drogas tengan acceso a servicios completos de reducción de daño, que integren los aspectos de VIH, hepatitis C y servicios de salud mental.
- Que 80% de los servicios de prevención del VIH para quienes consumen drogas estén en manos de organizaciones civiles dirigidas por personas que usen drogas.
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