Tratamiento del VIH: de 25 pastillas diarias a sólo 1 al día

Los primeros 15 años de la epidemia de VIH fueron una pesadilla. El descubrimiento de una rara enfermedad tardó, quizás, demasiado tiempo en encender las alarmas. Al principio se creía que sólo ciertos grupos de la población (hombres gays, personas que se inyectaban drogas o que tenían hemofilia) la desarrollaban.

Sin una cura ni un tratamiento que demostrara funcionar, la muerte física venía sólo a sumarse a otro deceso que ya había ocurrido, la muerte social, como la llamó el escritor mexicano Carlos Monsiváis. Pasó un tiempo antes de que se comprendiera que el VIH podría afectar a cualquier persona y que era importante encontrar tratamientos para la infección, que había escalado a grandes pasos y se había convertido en un problema de salud pública.

El primer tratamiento

El primer tratamiento que esbozó buenos resultados fue el AZT (o zidovudina), un agente que había sido probado antes contra el cáncer, sin mucho éxito. Las 20 pastillas que se ingerían al día lograban extender unos 6 meses la vida de las personas, pero a un alto costo: diarreas, anemia, pérdida de cabello y de peso súbitas. Era 1989 y la comunidad científica seguía pensando que debía haber otra forma de contener el avance del virus.

Una nueva combinación 

Fue hasta 1991 en que se demostró la eficacia de dos medicamentos más, de la misma familia que el AZT, llamados ddl y ddC, para controlar la infección por VIH. Este trío (del tipo inhibidores de la transcriptasa inversa) permitió comenzar a experimentar con terapias que combinan dos de los fármacos disponibles, y fue en 1992 que se aprobó el tratamiento doble con AZT y ddC. Aun así, este nuevo esquema no cambia drásticamente el panorama de las personas con VIH respecto a lo que se había logrado un par de años antes.

Los primeros cócteles 

Pero el momento decisivo que cambió para siempre el tratamiento antirretroviral fue 1996, cuando se presentaron resultados de la integración de nuevas familias de fármacos que habían sido aprobados recientemente. Durante ese año, varios estudios demostraron que las combinaciones de tres medicamentos (conocidas entonces como “cócteles”) eran capaces de suprimir y mantener abajo la replicación del VIH durante todo el tiempo que se tomara el tratamiento. Había comenzado la era de la Terapia Antirretroviral Altamente Activa (o HAART, por sus siglas en inglés).

Este nuevo esquema de tratamiento logró salvar la vida de muchas personas que ya se encontraban, incluso, en etapa de sida. Y aunque representó una clara diferencia entre perder la vida y sobrevivir, el camino hacia el acceso a estos fármacos para toda la gente que lo necesitaba fue todavía largo.

Las complicaciones de los tratamientos

Sumado a esto, hay que decir que los tratamientos eran complejos. Muchas pastillas de este medicamento, una inyección de aquel y una ampolleta que debe refrigerarse, para completar el esquema. Todo esto varias veces al día, procurando tales alimentos y descartando estos otros. Las complicaciones inherentes al tratamiento, además de sus múltiples efectos secundarios (vómito, mareos, jaquecas, distribución atípica de la grasa corporal) hacían más difícil que las personas permanecieran en él, además de que se presentaban afectaciones en diversos órganos del cuerpo que sentían ciertos estragos del tratamiento.

Sin embargo, la ciencia del VIH continuó avanzando en dos sendas paralelas. Una de ellas se dedicaba a buscar nuevos químicos que pudieran brindar mejor control del virus en el cuerpo. La otra se enfoca en simplificar los medicamentos ya existentes, conteniéndolos en menos dosis, de más fácil manejo y con menos efectos paralelos indeseables.

Un solo cóctel en 2007

Fue así durante dos décadas, hasta que en 2007 se anunció el primer “cóctel” antirretroviral totalmente contenido en una sola pastilla y que requería sólo una toma al día. No más enormes pastilleros camuflados para evitar que fueran descubiertos en el trabajo, no más refrigeración obligatoria, no más dispositivos con cuatro o cinco alarmas para no olvidar la ingesta del medicamento. Ahora, todo era más fácil.

A esto se sumó el cambio del paradigma que consideraba que sólo las personas con un conteo bajo de células de defensa CD4 (igual o menor a 200 células por ml de sangre) debían tomar tratamiento antirretroviral. Otras investigaciones habían demostrado que el tratamiento beneficia a toda persona diagnosticada con el VIH, por lo que es recomendable comenzar a tomarlo en cuanto se detecta la infección.

VIH en el siglo XXI

Así, las personas que han vivido con VIH en el siglo XXI han transitado por un camino mucho menos tortuoso. Los efectos secundarios que llegan a sufrir son mucho menos drásticos que los que tuvieron que pasar sus pares 20 o 15 años atrás. Los avances científicos permitieron que el VIH se volviera una afección crónica, con un tratamiento cómodo y, sobre todo, tan efectivo que se ha logrado igualar, prácticamente, la esperanza de vida de las personas con VIH y la población general.

 

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