Desde su aparición como epidemia, el VIH ha afectado mucho más a grupos de la población que ya antes estaban estigmatizados, y uno de ellos es el de las personas que consumen drogas inyectables.
Pero algo que nos han enseñado estos cuarenta años de pandemia es que todas las personas, sin importar las prácticas que tengan, merecen contar con opciones para protegerse del virus.
Políticas de reducción de daños
Es verdad que no puede decirse que las drogas inyectables son inofensivas, ni tampoco puede recomendarse su consumo en ningún contexto, sin embargo, existe una perspectiva de prevención conocida como “reducción de daños”.
Este modelo se aplica para el consumo de todas las drogas en general, y consiste en que, más que prohibir el consumo, es posible reducir el impacto negativo que tiene el uso de drogas en la salud de quienes ya las consumen.
En el caso del VIH, se buscaron formas de evitar la vía de transmisión más efectiva para el VIH: la vía sanguínea. Cuando alguien tiene el virus (y no está bajo tratamiento), la sangre es el líquido corporal donde se encuentra la mayor cantidad de éste, por lo que es muy probable que se dé la transmisión por este medio.
Es por eso que, aunque las personas que se inyectan drogas pueden parecer una pequeña parte de la población, la tasa de infecciones por VIH en ese grupo es muy alta considerando que hay sangre e instrumentos de inyección involucrados en el consumo.
Evita riesgos mayores
Sí, lo mejor sería buscar ayuda profesional para dejar el consumo de drogas inyectables, pero lo cierto es que no muchas personas que las usan tienen la oportunidad de hacerlo. Además, quienes lo intentan pueden sufrir discriminación si van a un centro de salud de primer contacto, ya que la adicción y sus complicaciones pueden ser juzgadas y provocar rechazo por algunos miembros del personal de salud.
Por eso, las organizaciones civiles e instituciones que buscan prevenir el VIH se han enfocado en estrategias de reducción de daños que han demostrado que funcionan.
La primera de ellas es la entrega gratuita de material para inyección nuevo y desechable, como jeringas y agujas, y contenedores especiales para este tipo de objetos. Esto porque es muy común que las personas consuman la droga en grupos y que esos grupos compartan el material de inyección, el cual conserva restos de sangre cuando alguien se inyecta.
El paso fundamental para cortar la transmisión del VIH es que cada persona tenga material individual para inyectarse, y que las agujas o jeringas que ya han sido usadas (y que tienen restos sanguíneos) no queden por ahí esparcidas y no haya posibilidad de que alguien más pueda herirse con ellas.
Incluso en algunos países, como Canadá, existen desde hace décadas los llamados centros de inyección segura, que son sitios donde las y los usuarios de drogas pueden consumir y cuentan con material de inyección seguro, además de personal de salud que está atento a cualquier inquietud relacionada con el consumo o alguna emergencia que surja en el momento.
El sexo y otras drogas
Una herramienta más que no puede faltar en la prevención del VIH es el condón. Ya que quienes usan drogas inyectables tienen relaciones sexuales, igual que cualquier otra persona, también deberían tomar precauciones en ese aspecto, y en ese aspecto, utilizar condón es la mejor manera de protegerse.
Sin embargo, esta recomendación no sólo es útil para quienes usan este tipo de drogas, sino para cualquiera que tenga sexo mientras está usando alguna otra sustancia. Recuerda que los estupefacientes cambian la percepción de la realidad, y es posible que, si estás bajo sus efectos, te involucres en actividades sexuales que de otra forma no realizarías. En estas condiciones, es mejor tener un preservativo a la mano y utilizarlo, así se reduce la posibilidad de contraer no sólo el VIH, sino otras infecciones de transmisión sexual.
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