Cuatro personas en el mundo se han curado, oficialmente, del VIH. De ellas, dos casos han sido anunciados tan solo este año, y todas se explican por haber recibido un trasplante de médula de donantes con una la mutación genética que es una especie de “escudo natural” contra la infección.
El correceptor CCR5 es una especie de “puerto” en la superficie de las células inmunológicas (llamadas CD4) donde el VIH se “ancla” para ingresar e infectarlas. En el curso normal de la infección, el virus mezcla su material genético (ARN) con el ADN de las células, creando copias de sí mismo, las cuales “al nacer” destruyen a la célula.
Alrededor de 1% de los habitantes del planeta tiene una mutación genética en la que sus células CD4 carecen del correceptor CCR5, por lo que el VIH no es capaz de unirse a dichas células ni de iniciar el proceso de infección. Estas personas poseen una inmunidad natural frente al virus.
Un sujeto peculiar
Los medicamentos antirretrovirales logran controlar al VIH porque interrumpen el proceso de infección en distintas etapas, y según en el momento en el que actúan, se clasifican en diferentes tipos.
Los antagonistas del CCR5 son un tipo de antirretrovirales que bloquean ese correceptor y evitan que el VIH pueda anclarse a las células, con lo que no inicia el proceso de infección. Sin embargo, el descubrimiento de cómo funciona el correceptor y qué papel juega en el ciclo del VIH no fue producto de un experimento en laboratorio, sino que partió de la observación de un hombre que no podía infectarse con el virus.
De acuerdo con el portal web Cultura científica, el primer hombre identificado como inmune al VIH fue el estadunidense Stephen Crohn, quien curiosamente era descendiente Burril B. Crohn, el investigador por el que se nombró a la enfermedad de Crohn, un padecimiento intestinal inflamatorio crónico.
Stephen conoció las duras consecuencias del VIH y el sida desde antes que los científicos tuvieran siquiera a la vista el problema. En 1978, su novio, Jerry Green, bajó 14 kilos súbitamente, perdió la vista y luego murió de una infección no determinada por los médicos.
Después de esa primera pérdida vinieron muchas más. Stephen veía a amigos y parejas enfermar y morir, mientras él nunca enfermaba. Con el tiempo, cuando se dedujo que la nueva infección se transmitía por contacto sexual, estuvo seguro de que algo raro sucedía con él, pues en todo el tiempo que llevaba la emergencia no había tomado precauciones, igual que el resto de sus amigos.
Entonces se acercó a los médicos para ofrecerse como voluntario y así saber la razón por la que no había corrido la misma suerte que sus seres queridos. El inmunólogo Bill Paxton fue el primero que trabajó con él. “Tengo esta protección, tengo algo, estúdienme”, cuenta que le decía Crohn.
La respuesta de los genes
Paxton y sus colegas difundieron sus hallazgos en 1996. Según lo publicó en su momento el diario The Independent, el equipo de investigadores tomó las células CD4 de Crohn, las cultivó en su laboratorio y trató de infectarlas con el VIH, sin éxito alguno.
Este fue el hallazgo que reveló que existía una resistencia innata al VIH, pero tuvieron que pasar varios años de investigación para determinar cuál era la característica que había llevado a Crohn a sobrevivir los años más crudos de la pandemia.
La mutación genética que tenía Stephen sólo la tiene el 1% de la población mundial, esencialmente de raza blanca. Esa mutación provoca la ausencia del correceptor CCR5, que es necesario para que el VIH lleve a cabo su proceso de infección.
Un triste desenlace
Lamentablemente, Stephen Crohn se quitó la vida en 2013. Según lo comentó su hermana al diario The New York Times, él vivía con la culpa del superviviente, un trastorno emocional donde alguien que ha vivido un suceso traumático sobrevive, mientras que personas cercanas a él no lo logran. Aunque no es exclusivo de las personas con VIH, sí se ha documentado este problema en quienes sufrieron pérdidas muy significativas durante los primeros años de la pandemia.
Para el doctor Paxton, gracias a personas como Stephen es como la ciencia logra avanzar, por lo que le reconoce su empatía, su perseverancia y su sentido del humor al enfrentar todo el proceso.
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