Obesidad: un estigma que se suma al VIH

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Tina Gutiérrez

Es fundamental considerar el impacto que tienen la obesidad y los problemas metabólicos causados por él en la salud y la calidad de vida de las personas con VIH. Esta fue la conclusión de una edición especial de la revista médica Infectious Disease, la cual hizo una revisión de varios estudios en la materia.

Avances en los tratamientos

Ya que los nuevos tratamientos antirretrovirales son más eficaces y tolerables, las personas que viven con VIH tienen una mayor esperanza de vida. Pero son esos mismos cambios en los medicamentos los que han hecho surgir nuevos desafíos relacionados con el peso en esta población.

De acuerdo con el portal web del Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH (gTt-VIH), en un inicio, el principal problema para las personas con VIH era la pérdida de peso asociada a la infección, pero este signo ha disminuido drásticamente gracias a la eficacia de los tratamientos.

Ahora, son el aumento de peso y el síndrome metabólico los principales trastornos que se relacionan con las personas con VIH. Estas condiciones pueden afectar su salud, su calidad de vida y también enfrentarles a la estigmatización debida al peso corporal.

Si bien los beneficios de los tratamientos antirretrovirales suelen superar los posibles efectos secundarios, es fundamental adoptar una estrategia individualizada para abordar estas complicaciones en cada persona con VIH, dicen los investigadores.

Los riesgos del aumento de peso

El aumento de peso y ciertos medicamentos pueden influir en la resistencia a la insulina, un factor que es un paso previo al desarrollo de la diabetes tipo 2. Esto, a su vez, puede dar lugar al síndrome metabólico, que se caracteriza por un conjunto de trastornos que aumentan el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2.

También se ha observado una posible relación entre la obesidad abdominal y el deterioro cognitivo en personas con VIH. Esto porque el funcionamiento irregular del sistema inmunológico repercute en el tejido graso (adiposo) de una manera particular, lo cual afecta los resultados de salud de la población con VIH y con un peso mayor, comparado con quienes viven con el virus pero tienen un peso bajo. De hecho, la relación entre obesidad y deterioro cognitivo (por ejemplo, pérdida de memoria) ya se había demostrado también en las personas sin VIH.

El papel del tratamiento antirretroviral

Se ha observado cada vez más evidencia que sugiere que ciertos antirretrovirales, como los inhibidores de la integrasa o el tenofovir alafenamida, estarían asociados con un posible incremento de peso en personas que viven con el VIH. Sin embargo, aún no se ha comprendido completamente el mecanismo de este aumento de peso relacionado con dichos medicamentos, y aunque se han identificado factores de riesgo para tal incremento (como la etnia o el género), todavía se desconoce en qué medida este aumento de peso puede ser reversible.

También se ha observado que la toma de ciertos medicamentos antirretrovirales, como algunos inhibidores de la transcriptasa inversa, puede aumentar el riesgo de desarrollar resistencia a la insulina. Debido a esta asociación, es importante que todas las personas que viven con el VIH, sin importar el tipo de tratamiento que estén siguiendo, sean monitoreadas regularmente en cuanto a la posible aparición de diabetes tipo 2.

El estigma de la obesidad

Sumado a todas las posibles complicaciones, es importante tener en cuenta el estigma relacionado con el peso que pueden enfrentar las personas que viven con el VIH, ya que esto puede tener un impacto negativo en su salud.

Este estigma se refiere a la desvalorización de una persona debido a su tamaño y forma corporal. Esta forma de discriminación parece surgir de la creencia social de que la obesidad es una enfermedad causada únicamente por el individuo, atribuyéndole una responsabilidad personal, sin tener en cuenta los diversos factores que contribuyen a ello, como los genéticos, ambientales, psicológicos, endocrinos, políticos, económicos y de estilo de vida.

Como resultado, la falsa creencia de que la obesidad es una condición en la que una persona puede controlar de manera total su enfermedad ha llevado a que sea uno de los problemas de salud más estigmatizados socialmente. Las personas con sobrepeso u obesidad a menudo son etiquetadas socialmente como “perezosas”, “insaciables”, “faltas de fuerza de voluntad” o “faltas de autodisciplina”, entre otros términos, a pesar de que estos argumentos no poseen ningún respaldo científico.

La estigmatización por obesidad puede tener consecuencias muy dañinas para la salud de las personas con VIH, como trastornos alimentarios, problemas de sueño y evitación del ejercicio. Por ello, los especialistas consideran que los profesionales de la salud deberían evitar contribuir a esta estigmatización y considerar todas las condiciones médicas subyacentes.

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