Vivir con VIH en la actualidad es muy diferente a lo que fue hace algunas décadas, y el trabajo comunitario ha sido fundamental en este cambio. Es verdad que con el tratamiento antirretroviral, una persona con el virus puede llevar una vida larga y saludable, sin riesgo de transmitirlo si mantiene una carga viral indetectable. Sin embargo, acceder a información, pruebas y tratamiento no siempre es fácil para todas las personas.
La comunidad, un gran apoyo
Durante el tiempo que ha existido el VIH, las redes comunitarias han sido clave en la respuesta, en especial cuando se trata de llegar a personas que no se acercan fácilmente a los servicios de salud. Ya sea por miedo, por estigma o porque viven en lugares donde la atención médica especializada es limitada, muchas personas encuentran en los espacios comunitarios el apoyo y la información que necesitan.
Organizaciones civiles, colectivos y activistas han construido puentes entre quienes viven con VIH y los recursos esenciales para su bienestar. Además, la experiencia ha demostrado que es más fácil que las personas se acerquen a un servicio si son atendidas por sus pares, es decir, gente que tiene sus mismas características, ideología, identidad u origen.
El trabajo comunitario es trabajo de campo
Uno de los mayores aportes del trabajo comunitario es acercar las pruebas y la prevención del VIH a más personas. Realizar campañas en espacios públicos, hacer pruebas rápidas en centros comunitarios y facilitar el acceso a métodos como el tratamiento preventivo del VIH (conocido como PrEP) han sido tareas clave para acercar a poblaciones que, de otro modo, podrían haber quedado fuera del sistema de salud.
Para las personas que reciben un diagnóstico de VIH, la comunidad juega un papel muy importante en el acompañamiento. Hay quienes sienten miedo, dudas o incluso culpa cuando se enteran de que viven con el virus. Tener acceso a grupos de apoyo, consejería y testimonios de quienes han pasado por lo mismo les ayuda a enfrentar el proceso con más confianza y sin sentir soledad.
Otro aspecto clave de las redes comunitarias es que brindan soluciones concretas ante dificultades del día a día, desde información sobre cómo continuar con tu tratamiento cuando no tienes seguro médico hasta asesoría en casos de discriminación laboral o en el acceso a servicios de salud. En momentos en los que los recursos públicos para la respuesta al VIH han estado limitados, las comunidades organizadas han sido el sostén de muchas personas que dependen de estos servicios.
Mejorando a la comunidad
Por si fuera poco, el trabajo comunitario ayuda a cambiar la conversación sobre el VIH. Una de las principales tareas de las organizaciones civiles ha sido educar sobre el tema, lo cual no solo impacta a quienes viven con el virus, sino también a su entorno. Derribar los mitos y reducir el estigma hace que más personas se sientan seguras al hablar de VIH, acceder a pruebas y a tratamiento, y entender que un diagnóstico no es el fin de la vida. Es en estos espacios donde muchas personas descubren que vivir con VIH no define quién eres ni limita tu vida.
El acceso a información, prevención y tratamiento no debería depender del lugar donde vives o de cuánto dinero tienes. Sin embargo, la realidad es que aún hay muchas barreras que dificultan el acceso a la salud, es por eso que el apoyo comunitario sigue siendo tan importante. Estos esfuerzos garantizan que nadie quede fuera y que más personas puedan vivir con VIH sin miedo y con salud.
Recuerda que el trabajo comunitario que hacemos en AHF América Latina y el Caribe tiene como objetivo que toda persona que lo necesite tenga acceso a servicios de VIH gratuitos, confidenciales y profesionales. Si quieres hacerte una prueba de VIH gratis, acércate a la oficina más cercana a ti, estamos en 12 países de la región.