El lenguaje que día a día utilizamos para hablar sobre el VIH afecta la forma en que las personas que viven con el virus se sienten consigo mismas. Estas palabras también influyen en cómo los demás ven a las personas que viven con el VIH.
Lamentablemente, incluso en sectores de la población que pueden tener más información acerca del VIH, como el grupo de hombres gays, bisexuales y hombres que tienen sexo con otros hombres (HSH), las palabras estigmatizantes acerca de quienes viven con el VIH parecen negarse a desaparecer.
Imagina que estás coqueteando con alguien y de pronto te lanza una pregunta tan simple como “¿Estás limpio?”, para preguntar por tu estatus de VIH. Sin decirlo, está implicando que si vivieras con el virus, entonces estarías no-limpio, es decir, “sucio”. ¿Es esta la forma en la que queremos seguir hablando de un tema tan serio y complejo como el VIH?
El poder del lenguaje
El lenguaje ayuda a dar forma a nuestra comprensión del mundo. Por esto, en los últimos años se han dado importantes batallas culturales que buscan nombrar todo aquello que hasta ahora había estado oculto, subordinado o acallado.
En el ámbito del VIH, desde el inicio de la epidemia, hace 40 años, activistas, personal de salud y personas afectadas han luchado sin descanso para erradicar del lenguaje aquellos conceptos estigmatizantes, pues solo alimentan estereotipos sobre lo que es y lo que no es este virus.
Como lo explica el sitio web The Well Project, hecho por y para mujeres que viven con el VIH, las palabras en general tienen el poder de inspirarnos o derrumbarnos. En el ámbito del que hablamos, esto es especialmente cierto. Ya que los grupos más afectados por el VIH son los que han estado más marginados, oprimidos o discriminados, como las mujeres y los hombres gays, bisexuales y HSH, el lenguaje asociado a esta condición de salud suele reforzar ese rechazo.
Dilo correctamente
Las aplicaciones de citas entre hombres son otro espacio donde el lenguaje discriminatorio está presente en gran medida. La forma en que las personas que buscan ahí una potencial pareja o un encuentro de una noche puede reforzar el estigma sobre quienes viven con el VIH. Cada quien está en libertad de decidir si relacionarse o no con alguien con el virus, pero eso no significa que se pueda usar un lenguaje que los menosprecie o devalúe, replicando el estigma.
Así, podemos darte una lista de palabras o frases que deberíamos descartar por completo del vocabulario, y sustituirlas por otras que no estén cargadas de juicios de valor. Por ejemplo:
- No uses “limpio” para referirte a alguien que no vive con el VIH. Dilo con todas sus letras: “vive o no vive con el VIH”.
- Evita decir “enfermo” para hablar de alguien que vive con VIH. Las personas con el virus pueden estar sanas, ya que la sola presencia del VIH no las hace perder su salud cuando se encuentran tomando el tratamiento antirretroviral.
- No es correcto decir “contagiarse de VIH”, ya que este virus se transmite (en condiciones específicas), no se contagia (no vive fuera del cuerpo humano). Tampoco es lo más adecuado decir “contraer el VIH”, cámbialo por “adquirir el VIH”.
- No digas “infectado de VIH”, ya que es una frase que refuerza el estigma. Una vez más, di “persona que vive con VIH”.
- Para referirte a las prácticas sexuales que prefieres, evita decir “sexo seguro”, ya que no hay nada que te asegure que una relación sexual esté libre de riesgos. En su lugar di “sexo más seguro”. De igual forma, decir “sexo sin protección” lleva una carga de valor, mejor usa “sexo sin condón”.
El lenguaje repercute en la salud
La intención de eliminar del vocabulario todos los términos que generan estigma no es solamente dejar de hacer sentir mal a las personas con VIH, que por sí solo, sería un objetivo totalmente válido. También busca eliminar las barreras ideológicas que enfrenta cualquier persona para acercarse a los servicios de salud.
El estigma relacionado con el VIH afecta la prevención, pues hace parecer “sospechoso” que alguien proponga el uso del condón. Asimismo, impide que las personas se hagan la prueba de detección del VIH por temor a ser juzgadas, y dificulta que las personas con VIH puedan compartir la información sobre su diagnóstico.
Yendo más allá, el estrés que causa el estigma puede afectar el sistema inmunológico, aumentando la susceptibilidad a enfermedades.
Las personas primero
Una forma de frenar el estigma es utilizar un lenguaje centrado en la persona. Desde 1983, en los primeros años de la pandemia de VIH, se publicaron los Principios de Denver, que abogaban por el uso de un lenguaje respetuoso centrado en la persona:
«Condenamos los intentos de etiquetarnos como ‘víctimas’, un término que implica derrota, y solo somos ‘pacientes’ ocasionalmente, un término que implica pasividad, impotencia y dependencia del cuidado de otros. Somos ‘personas con Sida’.», dice el documento.
El lenguaje centrado en la persona pone a las personas antes del virus o la etiqueta y describe quiénes son, no lo que se les ha diagnosticado. Este tipo de lenguaje ayuda a eliminar prejuicios y elimina los juicios de valor. El lenguaje centrado en la persona respeta a las personas por quienes son.
Es importante señalar que frases como «vivir con VIH» han sido muy empoderadoras para muchas personas con VIH, mientras que para otras, estos términos pueden no describir su experiencia o pueden sentirse estigmatizantes. Eso también está bien; las palabras y el lenguaje significan diferentes cosas para diferentes personas y en distintos momentos de sus vidas. Lo importante es permitir que las personas se definan a sí mismas como lo deseen, pero siempre empezando desde un lugar de respeto.
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