Este texto va dedicado a quienes valientemente llevan educación sexual a sus comunidades, como personal de salud o de las ONG. Educar desde abajo, no de arriba.
La especialista en género y desarrollo internacional, Susie Jolly, reflexiona y da ideas para descolonizar la educación sexual en el mundo actual. Plantea que la estructura de poder entre países y comunidades también se da en este ámbito.
Las preguntas que nos debemos hacer
Si damos información o educación para la sexualidad en las diversas comunidades en América Latina o el Caribe, lo sabemos. Hay desigualdades múltiples. El conocimiento tradicional puede descalificarse como «retrasado», poco moderno. Por eso, hay muchas preguntas para hacernos y servir a las poblaciones.
Podemos preguntarnos hasta dónde nuestra formación científica o nuestros valores sociales minimizan los valores culturales de otras personas. Nos puede ayudar a entender mejor algunos miedos, creencias o conocimientos diferentes a los propios.
Hay que preguntarnos también, propone Susie Jolly, sobre la falta de ética en ciertas prácticas médicas. Por ejemplo, en quiénes se prueban nuevos tratamientos en desarrollo y quién tiene el acceso a tratamientos ya probados.
Otra pregunta es sobre el acceso a los servicios. La vivencia del transporte público puede ser muy diferente para alguien con un salario pequeño, pero constante, en comparación con quien debe decidir entre desplazarse y comer.
Como parte de nuestras sociedades latinoamericanas nos inculcaron creencias sobre el color de la piel. Casi sin darnos cuenta. Nombrar el racismo a cualquier nivel y cuestionarlo nos hace mejores personas.
Además, nos permite entender mejor los temas de educación sexual que podemos abordar si nos abrimos a conocer más sobre quienes son diferentes.
Educación sexual y poder
Si bien es patente que en nuestros países han sido las grandes religiones quienes más han marginado las distintas sexualidades, debemos tener apertura a escuchar a quienes las practican, sin juicios. Pese a que no comprendamos nada sobre el Islam o el vudú, por ejemplo.
Como educadores, somos parte de nuestra propia historia donde desde el poder aprendimos lo que está bien o mal. En el camino, nos abrimos a entender más, por ejemplo, sobre las realidades de las comunidades de la diversidad. Aprendimos a patologizar y a dejar de hacerlo.
Así fue también al recibir formación –o no recibirla– sobre personas con debilidad visual, sordera o diversas discapacidades. Aprendimos, de una u otra manera, que el placer no es una prioridad para estas personas, que no es necesario hablar de educación sexual.
Ideas para descolonizar la educación sexual
La primera es generar la conciencia para entender las agendas que se imponen desde arriba y escuchar la voz de las comunidades. Esto va más allá de encontrar ideas «cerradas» y criticarlas, si no a ver cómo abrir conversaciones, incluso sobre religión.
Conocer la historia y valores de la comunidad, por ejemplo, cuando es migrante, puede ser una herramienta para ofrecer una mejor consejería y educación sexual.
Las metodologías de educación sexual desde las comunidades existen y están a la mano. En el día a día, la tarea es personal. Y hallar así, el placer de descolonizarnos.
Y así, poder mejorar los servicios de salud sexual para las personas. En AHF trabajamos para mejorar todos los días la atención a quienes nos buscan para consejería, prevención, pruebas y tratamiento de VIH y otras ITS de forma gratuita en 12 países.