Si has leído o escuchado algo sobre cómo actúa la infección por VIH, sabrás que su objetivo dentro del organismo son ciertas células del sistema inmunológico llamadas linfocitos T CD4.
Al infectar estas células y utilizarlas como una especie de “incubadora” para replicarse, el virus las destruye y provoca así que el sistema de defensa del cuerpo se debilite, hasta dejarlo devastado si no se suministra el tratamiento necesario.
Sin embargo, a lo largo de más de cuatro décadas de pandemia de VIH, los investigadores han descubierto que este virus también provoca una inflamación crónica, por lo que con frecuencia afecta a ciertos órganos.
En ocasiones es el propio virus el que causa daños a los órganos, pero estas afectaciones también pueden ser provocadas por el uso de ciertos medicamentos antirretrovirales.
Si has recibido un diagnóstico de VIH, aquí te contamos cuáles son los órganos que son más afectados por el virus y/o su tratamiento, para que pongas especial atención en ellos y puedas comunicarle tus inquietudes a tu equipo médico.
Afecciones Oculares por VIH: Síntomas y Prevención
Los trastornos más comunes que produce el VIH en estos órganos son infecciones, las cuales podrían producir sangrado en la retina y el desprendimiento de la misma, lo cual podría conducir a la ceguera.
De acuerdo con el sitio de información médica WebMD.com, alrededor del 70% de las personas con sida (es decir, en quienes no se ha controlado la infección por VIH y ésta ha llegado a su etapa más grave) tienen problemas oculares.
Es importante buscar una consulta de oftalmología si notas:
- Visión borrosa, visión doble o colores extraños
- Manchas
- Enrojecimiento o lagrimeo constante
- Sensibilidad a la luz
- Dolor en los ojos
Salud Cardiovascular en Personas con VIH: Estrategias de Cuidado
La salud cardiaca de una persona con VIH se ve afectada porque la infección somete al organismo a un proceso de inflamación constante, y este tipo de inflamación se relaciona con los problemas del corazón.
Además, ciertos medicamentos antirretrovirales aumentan la posibilidad de desarrollar enfermedades cardiacas, esto porque favorecen la diabetes y este problema, a su vez, conlleva problemas en el corazón.
Para minimizar los riesgos, es posible que tu equipo médico te dé medicamentos para controlar el colesterol o la glucosa. También es importante que no fumes, pues esto es un conocido factor de riesgo para el sistema cardiovascular.
Lo mejor es mantener una alimentación sana y hacer ejercicio, al menos caminatas a paso rápido por unos 20 o 30 minutos, la mayor parte de los días de la semana.
Riñones e Hígado: Cuidado Especial para Pacientes con VIH
La diabetes y la hipertensión (presión alta) también son una causa de enfermedad renal. Por otro lado, si ya tienes problemas en los riñones, existen ciertos medicamentos antirretrovirales que no deberías tomar; tu médico sabe cuáles son.
La dieta saludable y el ejercicio también favorecen la salud de tus riñones y tu hígado, así que hay más de una razón para ponerlo en práctica.
Por otro lado, es bastante frecuente que las personas con VIH tengan también una infección por algún virus de hepatitis, generalmente los virus B y C, por lo que el hígado es otro órgano que debe supervisarse.
Para ayudar a tu hígado, no bebas alcohol ni consumas drogas, y pide a tu médico que te prescriba antirretrovirales que tengan los menores efectos posibles sobre este órgano.
Pérdida de Masa Ósea: Causas y Soluciones
Las personas que viven con VIH tienden a perder masa ósea de forma más acelerada que quienes no tienen el virus.
Los huesos son estructuras que todo el tiempo se están destruyendo y reconstruyendo, en un proceso natural del cuerpo. La pérdida de masa ósea se presenta cuando el organismo destruye más hueso del que repone.
Tanto el propio virus como los medicamentos que lo controlan pueden causar pérdida de masa ósea. Es común que las personas con VIH tengan una deficiencia de vitamina D, un mineral esencial para fijar el calcio en los huesos.
Entre las acciones que puedes tomar para evitar estas complicaciones está consumir suplementos de calcio y de vitamina D, evitar fumar y tomar alcohol, y hacer ejercicios como caminar, yoga o ejercicios de resistencia.