Brindarles a las personas con adicciones una terapia de sustitución haría más fácil integrar al tratamiento a quienes además viven con el VIH. Los usuarios de drogas inyectables son una población clave en la respuesta a esta epidemia, pues es frecuente que el virus se transmita entre ellos al compartir el equipo para inyectarse.
Además, se trata de un grupo especialmente vulnerable a la discriminación, ya que persisten los prejuicios sobre sus comportamientos. A esto se suma que la mayoría de estas personas no tienen rutinas muy definidas, tampoco suelen tener una residencia fija ni el suficiente ingreso para cubrir sus necesidades, explica el Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH (gTt-VIH).
Sustitución de sustancias
La terapia de sustitución es un tratamiento en el que se proporcionan medicamentos opioides, como la metadona, a las personas que quieren dejar de consumir drogas ilegales. De esta manera, se previene el síndrome de abstinencia y se reduce así el riesgo de que recaigan en el consumo.
Asimismo, la terapia en cuestión facilita que las personas dejen de usar drogas, de modo que recuperan su vida y el control sobre su salud.
Un grupo de investigadores del Centro sobre Uso de Sustancias de Columbia Británica, Canadá, quiso evaluar el impacto que tendría esta terapia de sustitución en el control de la infección por VIH en la población de usuarios de drogas inyectables.
El estudio
Según los autores, alrededor del 40% de las personas que se inyectan drogas en la ciudad de la provincia de Columbia Británica viven con VIH.
Existe un programa de terapia de sustitución que es operado por clínicas comunitarias especializadas. Hasta 2010, el programa sólo proporcionaba metadona, y a partir de ese año se sumó la combinación buprenofina/naloxona. Después, a partir de 2017 se incluyó morfina oral y diacetilmorfina (también conocida como heroína medicinal) e hidromorfona por vía intravenosa.
La investigación, publicada en la revista médica AIDS, incluyó a 639 personas con VIH y que consumían opioides intravenosos a diario. El estudio se desarrolló entre 2005 y 2017.
El 59% de las personas eran hombres, el 56% eran blancos y el promedio de edad fue de 42 años. Además, más del 90% tenía también el virus de la hepatitis C. El 70% de los participantes estaban en terapia de sustitución con opioides, la mayoría con metadona.
Los autores observaron que el porcentaje de personas en terapia de sustitución con opioides que se mantenía en un seguimiento médico adecuado era superior al observado en personas que no tenían la misma terapia, aunque la diferencia no fue estadísticamente significativa (96% frente a 93%, respectivamente).
Pero al mirar el dato en específico del porcentaje de personas que tomaban medicamentos antirretrovirales, quienes tomaban terapia de sustitución lo hacían mucho más que quienes no estaban en esa terapia (77% vs. 54%, respectivamente).
La balanza se inclinó en el mismo sentido en cuanto a la carga viral indetectable, es decir, un control tan eficiente del VIH que la cantidad de virus en sangre es demasiado pequeña como para poder ser medida. En este caso, 63% de las personas en terapia de sustitución tenían carga viral indetectable, frente a 42% de quienes no tenían la terapia.
También se estudió la probabilidad de que las personas consumidoras de drogas estuvieran en tratamiento antirretroviral, y se observó que quienes estaban en terapia de sustitución tenían cuatro veces más probabilidades que quienes no tenían esa terapia.
Asimismo, la probabilidad de tener un buen apego al tratamiento fue el triple en personas en terapia que en personas sin la terapia, y la probabilidad de tener una carga viral indetectable era el doble en quienes estaban en terapia.
Estos resultados, dicen los investigadores, resaltan la importancia de tener un buen sistema de atención para la salud de personas usuarias de drogas, el cual pueda prescribir y entregar la terapia de sustitución.
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